Se llamaba Jimena

        The Blessed Damozel. (1875-1879). 

Author: DANTE GABRIEL ROSSETTI.
Location: Lady Lever Art Gallery, Port Sunlight, Great Britain.




Jimena se llamaba la amiga que horas antes de morir dijo, creyendo yo que deliraba, vuelve a la Canción de Mío Cid, vuelve siempre a Mío Cid, a la belleza de las palabras.

Nos conocimos en 1976 en el Ritz de Montreal una noche de gaudeamus entre amistades exclusivas y excluyentes propias del medio en el que vivíamos.

Mucho tiempo después, saliendo un día de la librería Renaud Bray tropecé con el marido de mi amiga en la calle St. Denis. Nos detuvimos el tiempo de un saludo y de una noticia que me dejó seca.  Jimena está mal, dijo Paul de sopetón. Muy mal, llámala. Vive en la suite de un hotel en el centro. Me dio su número de teléfono. El mío es el de siempre, dijo conteniendo lagrimas y sin apenas mirarnos nos despedimos. Hubiese jurado que el asfalto me atornillaba al suelo. Nada más llegar a casa llamé a Jimena. Quedamos para el día siguiente a las 12 clavadas. Fui. Nos abrazamos fuerte estilo semi-seco semi-dulce las dos, muy celta ella muy vasca yo.

Jimena había cambiado. Habíamos cambiado. Estaba excesivamente delgada de blanco ebúrneo su rostro y el andar vacilante apoyada en cachaba de madera y ámbar. Ocultaba la calvicie con un turbante beige marrón y rojo oscuro. La suite del hotel era lujosa y desangelada. Recordé entonces su casa tan cálida y luminosa con grandes ventanales al jardín, cerca de la mía durante muchos años. Sobre la cama doble había una maleta a medio cerrar. Espesos cortinones oscurecían la luz tenue que a duras penas entraba por los visillos. Nada más. Ni libros ni música. Nada. Ninguna señal de vida en el espacio inclemente. 

¿Vamos? Salimos del brazo como si nada pasara detrás de las gafas de sol que llevaba ella un día fresco a finales de octubre. Paseamos sin prisa hasta el Loto Azul. El dueño Monsieur Aiki conocía al dedillo los gustos de mi amiga. La veneraba. Nos recibió con un Moët & Chandon Rosé Impérial exquisito, excentricidades en cualquier restaurante japonés, pero Jimena era Jimena y el Chef era su Chef.

Poco a poco entre burbujas dijo casi musitando, tengo cáncer… al cerebro…ya no hay tiempo…  he dejado atrás mi casa… Paul … nuestros hijos…por eso vivo donde me ves … no quiero alargar la pena … no quiero que me vean llorar... no quiero morir en cámara lenta … tengo el alma en paz … amiga,  acompáñame a comprar una mortaja …después del champagne ... la necesito…  elígela… no puedo sola… ¿me acompañarás? Sí, claro que sí Jimena

 Fuimos. Por el camino me dijo … si amas la belleza de las palabras vuelve al Cantar de Mio Cid. Recuerda ...  recuerda… 

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