Los jesuitas se confiesan

Pedro Arrupe, S.J. 





Mis padres siempre guardaban los artículos que escribía en DEIA su querido amigo jesuita José Ramón Scheifler Amézaga. Cuando vuelvo a Mundaka todos los años solemos vernos en casa con Juan Luis Cortina, Gerardo Laibarra y José  Ramón, Begoña y Mari Carmen Scheifler; comemos juntos  mirando  la mar desde la terraza y recordamos a los que se han ido y formaban parte importante de nuestra familia. 

Faltan otros: Juan Maria Lumbreras, Plácido Mújica, Patxi Altuna, José Ignacio Scheifler, Mario Martínez de Lejarza, Javier Oleaga, Ignacio Arregui, Rafael de Leturia, Ignacio Ellacuría, asesinado en San Salvador,  José Antonio Sánchez. 
Pedro Arrupe. 

Faltan mis padres que tuvieron la sabiduría de rodearse y rodearnos de tanta gente extraordinaria y brillante que nos ayudaron a crecer espiritual, humanamente sin repartir bendiciones ni sermones ni medallitas, ni crucifijos. Al contrario,  estimulando el derecho a  dudar, sobre todo a ser y pensar diferente, sin amenaza ni condena divina.
Eso he aprendido de los jesuitas a nivel muy personal. Familiar. He tenido la suerte de haber vivido todo eso y de heredar de mis padres tan preciosas amistades; momentos a veces únicos. Otros históricos. Indelebles.

Hoy publico un artículo  que he encontré en Bilbao en el escritorio de mi padre. Debe tener varios años, no hay fecha a la vista. Cuando lo he leído me ha gustado mucho; en mi opinión sigue vigente. Y vigente sigue  siendo mi respeto y admiración por la Compañía de Jesus. Empezando por Íñigo de Loyola, mi compatriota.



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Los jesuitas se confiesan

Jose Ramón Scheifler Amézaga




No están en su mejor momento. Han vivido también situaciones históricas peores. La última, propiciada por el cambio de la sociedad y de la Compañía de Jesús bajo el carismático P. Arrupe, se siente todavía. Trabajados en su historia por persecuciones, adversidades, exilios y aun la extinción, decretada por un Papa presionado por las cortes borbónicas del siglo XVIII, los jesuitas han asumido con humildad la discreción del silencio y la penumbra. No se han rendido, sin embargo, ante el trabajo de acomodar el carisma evangélico e ignaciano a este nuevo mundo sin retorno. Silencio no es en las raíces y la conciencia señal de muerte. 

¿Explica esto la aparición de un libro tenido por imposible? En épocas de florescencia jesuítica se bromeaba con el tercer misterio que ni Dios conoce: “qué tiene un jesuita por dentro”. Hoy, rompiendo ese silencio, aparece ese título provocador: “31 jesuitas se confiesan”. Casi 600 páginas. Respuestas de estos pocos jesuitas, de muy diversos países, culturas y talantes a 33 preguntas. Preguntas, curiosas algunas: “¿Con qué aroma le gustaría ser asociado? ¿Qué imagen ha quedado grabada en su mente?” Respuestas desde las telegráficas a varias páginas para cada pregunta. Al fin de la lectura, más de 20 folios de notas, 400 respuestas seleccionadas para este breve especimen. Frente a una síntesis mía, imposible, prefiero el frescor verde y vivo de lo individual. Un cortísimo muestreo de respuestas a seis o siete preguntas. ¿Un estimulante aperitivo? 

1. “¿Cómo se autodefine usted? ¿Quién es usted?” 

-Un jesuita atípico, historiador de la cultura (M. Batllori), un discípulo de Jesús de Nazaret (A. Dou, matemático). Un peregrino en búsqueda, lleno de incertidumbres y maravillado por la belleza del camino que recorro (A. Angulo, sociólogo, colombiano). Vjaceslav Ivanovic Ivamov escribe que, en tiempos arcanos, los sacerdotes eran poetas y los poetas sacerdotes. Creo que eso podría definirme (M. Ivan Rupnik, Teólogo-escultor, esloveno). Un peregrino que busca a Dios, un apasionado del hombre y por el hombre, un inquieto, continuamente en busca del sentido de la existencia del hombre en Dios y de Dios en el hombre. Todo en el silencio y la discreción del corazón (Bafnidinsoni Maloka, superior S. J. del Congo). Siro-italiano de origen, egipcio-libanés de nacionalidad, greco-bizantino de rito, francés de cultura, discípulo de Pascal... dotado de alma oriental y espíritu occidental, sueño con reconciliar las esferas más diversas; filosofía y teología, física y mística, sexualidad y castidad, economía, política y fe... (H. Boulad, teólogo y poeta). Vasco, nacido en Barcelona, a donde mis padres tuvieron que huir en 1937, no sé de qué pasta estamos hechos los jesuitas en El Salvador respondí sin pensarlo a Mercedes Milá­. Pero sea cual fuere esa pasta, así nos ha hecho el pueblo salvadoreño. Me gustaría ser honrado con lo real, un ser humano y un creyente afectado por lo real (J. Sobrino, teólogo). 

7. “¿Qué piensa de la muerte?” 

-Considero la muerte como el momento de la liberación, el paso a la plenitud. Con el pasar de los años, con la muerte de los amigos, de las personas queridas, he llegado a la convicción de que la muerte nos unirá. Tengo un problema personal con la fe en el Purgatorio. Lo mismo respecto al Infierno, si se quiere, pero no creo que haya nadie en él (Stanislaw Obirek, historiador, polaco). 
El hombre tiene una sola posibilidad de vencer la muerte: saber morir. La certeza de la muerte, su recuerdo, me ayuda a saber vivir, es decir, a saber morir. No escatimar esfuerzos, sino consumirme por la misión, con amor (Ivan Rufnik, teólogo-escultor, esloveno). No sería filósofo si no tuviese presente la posibilidad del puro y simple aniquilamiento. Los que no han contemplado el abismo en el que todo desaparece, absolutamente         todo, nunca tendrán más que una esperanza adulterada. Eso no quiere decir que me encuentre desprovisto y aterido a las puertas de lo desconocido. Recuerdo la oración de Gabriel Marcel al ángel de las metamorfosis, y su ardiente deseo de volver a encontrar a los “suyos”. El alma quiere ser juzgada. Yo he escrito mucho sobre Cristo y cuento con mi obra como intercesora (Xabier Tilliette, francés). 

10. “¿Cuál es su visión del mundo femenino? 

-Veo en ellas la imagen de la Virgen María ­más en concreto­ como mi hermana mayor y mi buena madre (N. Klaus Luhmer, pedagogo, Alemania-Japón). De nuevo una paradoja. Siendo un religioso católico y por eso mismo célibe, las experiencias más importantes se las debo a las mujeres, a mi madre, a mis hermanas, a tantas mujeres que, con el pasar de los años, han llegado a ser verdaderamente amigas. El hecho de ser un hombre, y precisamente célibe, proporciona a estas amistades un matiz especial, indefinible. El no poder ser el marido o el amante es una verdadera fuente de sufrimiento, un cumplimiento irrealizado. Pero eso que falta hace la relación más estable, fuerte, desinteresada. Ese mundo femenino me abre los ojos a verdades y a dimensiones que jamás me daría la vida de un religioso, sentir la certeza de que las cosas tienen que salir bien... (Stanislaw Obirek). Un mundo fascinante, pero ¡qué tormento! (Gianpalo Salvini). Como rector de la Universidad de Sofía (Japón), conocí a varias directoras de escuelas católicas y se llegó a una comunicación, tan llena de amistad y colaboración íntima que aun ahora, cuando voy a Japón, si no voy a verlas casi me siento mal. Ciertamente es un amor muy grande. Y un amor, humano sí, sí, porque soy hombre y ellas intentan hacer todo por ayudarme (Giuseppe Pittan, ciencias políticas, Italia-Japón). 

19-20. “¿Cómo describiría la Iglesia actual y cuál sería su modelo ideal?”

-Yo no sería capaz de hacer un juicio sobre toda la Iglesia. Tengo que contentarme con el conocimiento personal de la que tengo más próxima. Y a ésta la encuentro precavida y sorprendida ante los acontecimientos sociales y ante la utilización de la tecnología moderna. La Iglesia española no ha puesto fin a sus discordias, aunque éstas no aparezcan por la virtud de los teólogos, de los superiores y de la jerarquía eclesiástica... me inclino decididamente por una Iglesia capaz de multiplicar las esperanzas en un mundo afligido con los problemas de las guerras, el terrorismo, del hambre, de la incultura y de la explotación de las antiguas colonias mediante el imperialismo económico de los países ricos (José M. Martín Palino, teólogo). La actual, como un fracaso del esperanzador Concilio Vaticano II. La ideal, la que intuyó y comenzó a proponer el C. VII (M. Batllori, historiador). El tema de la Iglesia Católica es quizá el que más me hace sufrir.Aguanto y acepto las críticas que se hacen de ella cuando están inspiradas por el amor y la humildad, y con la discreción que nos recomienda J. Ignacio. Nunca hemos tenido una jerarquía eclesiástica de tanta pureza moral y altura de miras como en la actualidad. Me gustaría ver en ella un ritmo más rápido en la realización de esa evolución que presienten también los espíritus más clarividentes: hacia una Iglesia menos burocrática, menos institucionalizada, menos piramidal, más profética, más humilde, más valiente en la denuncia de las injusticias y más amiga de los pobres (J. Plazaola, esteta). Como una Iglesia que está envejeciendo y se preocupa demasiado de sí misma, de cuestiones secundarias. Como Iglesia orgullosa de su tradición, cerrada a la cultura contemporánea con         tantos elementos genuinamente evangélicos. El modelo ideal, el que encuentro siempre en el Evangelio. Una Iglesia cercana a los débiles, a los pecadores; una Iglesia que denuncie con valentía las falsas religiosidades, los ídolos de los mismos creyentes (fariseos de hoy), pero capaz también de compartir las alegrías del hombre (Stanislaw Obirek, historiador). 

33. “¿Con qué aroma le gustaría ser asociado?” 

-Con el olor del pan que sale del horno (Giusseppe Pittan, ciencias políticas). 
Treinta y un jesuitas, de alguna relevancia y de bastante edad, entre los 2.400. Una docena de ellos en estas líneas, en sus respuestas ­no siempre completas­ a unas pocas preguntas. Gentes con fe en su ideal y en su trabajo más a la         vista, oculto e ignorado, pero capaz todavía de atraer a nuevos jóvenes en los países orientales. No así en esta vieja Europa, y muy especialmente en esta tierra vasca de Iñigo de Loiola y de tantos otros. Pero sea lo que sea del futuro de los jesuitas, estas confesiones son un testimonio a la historia y a la reflexión.









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