Patas arriba a palos de ciego
De un tiempo a esta parte el Covid19 destruye, fustiga, se pasea por la faz de la Tierra y ha puesto todo patas arriba. Lo que parecía inmutable ha quedado obsoleto.
La muerte omnipresente reparte sin misericordia palos de ciego. Dueña del tiempo.
El día y la noche no tienen horas. Las horas danzan a libre albedrío. Dislocadas.
No sé de qué me sorprendo; nunca he llevado reloj. Antes. Tanto que me sorprende ahora. Será espíritu de contradicción. No importa. Lo que importa y mucho es la cadencia del silencio en apariencia plácido. Sin descanso este silencio. A lo mejor tiene ojos. A lo mejor nos mira. Pareciera que nos ve y se ríe. Me pregunto cuándo volveremos a los abrazos.
La distancia. Distancia sin fin. Mejor no pensar. Preferiría no pensar. Vuelvo al escenario. Paso a paso camino en diagonal hasta la luz. El seguidor me espera en el espacio vacío.
Es noche de estreno cada día, mi vida. Ahora. Nuestra vida. La vida que importa al corazón batiente. Todas las vidas.
Respiro.
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