“ tête à tête “ con Nelson Villagra para La Revista CINECUBANO
Nelson Villagra Garrido en LA ÚLTIMA CENA |
Tomas Gutiérrez-Alea |
Nelson Villagra Garrido es chillanejo hasta la médula, cubano de corazón, canadiense por esas cosas del sentimiento. Mejor actor de Chile del siglo XX, según sus pares y el público a través del tiempo. Inolvidable Randal de Lenta danza hacia el patíbulo, de William Hanley. Premio en San Sebastián 1979 a mejor actor por Prisioneros desaparecidos, de Patricio Castilla. Así, un camino plagado de premios y nombradías en 68 años de teatro, cine, radio, televisión.
En Cuba siguen diciendo que eres cubano. «Nelson Villagra es nuestro, nuestro hermano. Nuestro actor». ¿Qué sientes ante semejante declaración de amor?
Deseo comenzar enviando un saludo a Roberto Smith de Castro y al Festival Internacional de Cine de La Habana, que ha sido un permanente estímulo para el cine regional y mundial, y que este año se realiza con algunos cambios por la circunstancia de la pandemia. Respondiendo a tu primera pregunta, siempre me sentí muy integrado al pueblo cubano. Durante los 10 años que viví en Cuba, debido a mis trabajos como actor en varios filmes, los espectadores pensaban que era cubano. Mis amigos conocían mi integración auténtica con la Revolución.
Qué recuerdo tienes de Tomás Gutiérrez Alea como persona.
Tomás, Titón, tenía un carácter particularmente afable, y sin que hiciera el menor aspaviento percibías su lucidez intelectual desde el primer momento. Así como su proverbial modestia.
Qué significó para ti como actor trabajar con él.
Antes de trabajar con Titón contaba con mi admiración como director de varios filmes, y manteníamos una cordial amistad, que se acrecentó y consolidó mientras trabajamos en La última cena.
Háblame de ti y de Cristo, el conde español implacable, brutal, sacrílego que sienta a su mesa a doce esclavos negros a guisa de los 12 apóstoles.
Para mí probablemente sea la película estéticamente más depurada en la cual haya trabajado. Además de lograr una denuncia muy fuerte en contra de la manipulación del poder, el personaje del conde me planteó un verdadero desafío artístico. Sin embargo, durante el rodaje Titón supo crear tal concordia y espíritu colectivo en el equipo artístico y técnico que logró justamente eso, que me sintiera uno más en el equipo, y que se desvaneciera mi responsabilidad protagónica. En cuanto a Cristo, preocupación central de mi personaje, me gusta cuando algunos teólogos le quitan exceso de misticismo y lo humanizan. Percepción que no comparte el conde, quien utiliza a Cristo como potencia manipuladora. De manera que su vehemencia religiosa debía ser ostentosa y en apariencia emocionada.
Qué recuerdo tienes de Tomás Gutiérrez Alea como persona.
Tomás, Titón, tenía un carácter particularmente afable, y sin que hiciera el menor aspaviento percibías su lucidez intelectual desde el primer momento. Así como su proverbial modestia.
Qué significó para ti como actor trabajar con él.
Antes de trabajar con Titón contaba con mi admiración como director de varios filmes, y manteníamos una cordial amistad, que se acrecentó y consolidó mientras trabajamos en La última cena.
Háblame de ti y de Cristo, el conde español implacable, brutal, sacrílego que sienta a su mesa a doce esclavos negros a guisa de los 12 apóstoles.
Para mí probablemente sea la película estéticamente más depurada en la cual haya trabajado. Además de lograr una denuncia muy fuerte en contra de la manipulación del poder, el personaje del conde me planteó un verdadero desafío artístico. Sin embargo, durante el rodaje Titón supo crear tal concordia y espíritu colectivo en el equipo artístico y técnico que logró justamente eso, que me sintiera uno más en el equipo, y que se desvaneciera mi responsabilidad protagónica. En cuanto a Cristo, preocupación central de mi personaje, me gusta cuando algunos teólogos le quitan exceso de misticismo y lo humanizan. Percepción que no comparte el conde, quien utiliza a Cristo como potencia manipuladora. De manera que su vehemencia religiosa debía ser ostentosa y en apariencia emocionada.
Rebobinando cinta… ¿Te importa más el proceso creativo o la obra terminada?
El proceso, sin duda, en eso consiste mi placer, mi deleite.
Si pudieras elegir, ¿preferirías el aplauso sonoro o el silencio que nace de la emoción profunda?
Cuando las palmas baten luego de segundos de silencio, es el mejor aplauso.
¿Qué queda en Nelson de los personajes que has representado en el escenario o en el cine?
El placer de los instantes de creación, y una mayor aproximación a la condición humana.
¿De dónde sale el carisma que distingue a un actor excelente de uno incomparable, según yo, tú?
Es un misterio, y es mejor que así continúe. Felizmente, saberlo todo es imposible.
Qué otra pasión tienes además del cine.
La lectura, diversa.
¿El clavecín bien templado?
Bach, me encanta.
¿El espíritu o la materia?
La materia, misteriosa, indomable.
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